La inteligencia que necesitamos
27 noviembre, 2013 Deja un comentario
See on Scoop.it – Cognición, Emoción y Salud
Educar las emociones es una prioridad que debemos incorporar a nuestro sistema de enseñanza.
Cada persona posee, además de la inteligencia cognitiva, otros tipos de inteligencias que nos ayudan en aspectos tan necesarios como la generación de nuevas ideas y la capacidad de crear, la posibilidad de llegar a acuerdos, o lograr la confianza en uno mismo y en los demás. Son las que conocemos, entre otras, como inteligencia emocional, inteligencia social e inteligencia creativa.
Se empezó a hablar de ellas en 1995, cuando Daniel Goleman publicó un libro de gran éxito titulado Inteligencia emocional. Cinco años antes, dos profesores estadounidenses, Peter Salovey y John Mayer, habían publicado el primer artículo sobre la cuestión. ¿Pero qué quiere decir inteligencia emocional (IE)? Desde siempre hemos sido conscientes de que la razón y las emociones de las personas no son dos dimensiones separadas e independientes. La investigación en neurociencia que se ha realizado en los últimos 20 años ha corroborado esa intuición y ha demostrado que educar la razón pasa por educar las emociones, y que una relación inteligente entre ambas es decisiva para afrontar la vida profesional y personal.
Una inteligencia que es decisiva, sobre todo, para desarrollar algunas de las actitudes, capacidades y habilidades que los españoles necesitamos en estos momentos tan cruciales de nuestra historia. La gestión adecuada de nuestras emociones nos permite ser más creativos e innovadores, siendo capaces de superar el miedo a la crítica o al fracaso; o en nuestra capacidad de crear confianza, o de ponernos en el lugar del otro para entenderle mejor y descubrir qué nos une a él más allá de las diferencias; o para solucionar los conflictos sin violencia y de forma constructiva; o para aprovechar la fuerza que tienen emociones como la frustración.
Los científicos sociales de diferentes países han demostrado que estas inteligencias se pueden desarrollar. En nuestro país también se están desarrollando y además se están midiendo los resultados. Es el caso del Programa Educación Responsable que la Fundación Botín ha puesto en marcha en más de 100 centros en España, cuya evaluación está permitiendo confirmar, entre otras variables que inciden en el rendimiento académico, que se reducen en más de un 13% los niveles de ansiedad y mejora en más de un 5% la claridad y la comprensión de los niños y niñas de los centros que están trabajando en este sentido.
O, el caso también, en Andalucía, del Laboratorio de Emociones de la Universidad de Málaga, donde se desarrolla desde el año 2004 el proyecto INTEMO, que ha evaluado los efectos de un programa de educación emocional en miles de adolescentes. Los chicos y chicas con más IE consumen menos drogas legales e ilegales, presentan menos conductas agresivas y violentas y son más empáticos. Tienen además una mejor salud mental.
La educación de las emociones no es un lujo. Es una necesidad imperiosa que tenemos que afrontar desde las primeras etapas del sistema educativo. Si hacemos ahora esa apuesta en nuestro país, habrá más posibilidades de que los ciudadanos sean personas sanas y equilibradas, menos agresivas y más solidarias, con iniciativa, creatividad y liderazgo. En definitiva, necesitamos una escuela más abierta que potencie la inteligencia emocional, social y creativa con el humilde, y a la vez tan humano, propósito de aprender a convivir y ser felices.
Este es, sin duda, el tipo de inteligencia que necesitamos desarrollar los españoles. Para ser más creativos, para entendernos mejor unos a otros, para generar confianza y para atrevernos a buscar nuevas formas de hacer las cosas.
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