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Extracto del artículo: Dongil, E. y Wood, C. (2009). El tratamiento de la fobia a volar. Boletín de la SEAS, 30, 10-24.
Tradicionalmente el tratamiento de la fobia específica se ha basado en las teorías conductistas que han propuesto la exposición a los estímulos temidos como el método de elección más eficaz para el tratamiento de este tipo de fobias (Capafons, 2001), ya que permite que el individuo se exponga poco a poco al estímulo o estímulos que teme y compruebe que las consecuencias catastróficas que espera no se producen, rompiéndose así la asociación entre el estímulo fóbico y la respuesta de miedo (Foa & Kozak, 1986; Marks, 1987).
En los casos en los que el mero hecho de pensar, ver imágenes, o hablar del estímulo fóbico, produce síntomas elevados de ansiedad, la exposición jerarquizada en imaginación se ha mostrado como una alternativa eficaz previa a la exposición in vivo (Kase & Ledly, 2007).
En los últimos años se está introduciendo la aplicación de la realidad virtual para el tratamiento de algunas fobias, como paso intermedio entre la exposición imaginada y la exposición real o in vivo, aunque todavía no existen resultados concluyentes sobre la eficacia de la realidad virtual frente a otro tipo de técnicas (Maltby, Kirsch, Mayers, & Allen, 2002).
El propósito de este artículo no es realizar una revisión exhaustiva sobre la literatura científica relacionada con la eficacia de las distintas técnicas existentes para el tratamiento de la fobia específica o del tratamiento de la fobia a volar, sino dar a conocer un modelo de tratamiento más actual que la exposición (tal y como se está practicando) y que está demostrando ser altamente eficaz frente a ésta y otras técnicas en el tratamiento no sólo de las fobias sino de otros trastornos de ansiedad.
En el caso de la fobia a volar, el tratamiento que se viene utilizando en la práctica clínica habitual se inicia con un análisis funcional clásico basado en dos modelos del aprendizaje emocional: el condicionamiento clásico y el condicionamiento operante. Pero ya en la década de los sesenta del siglo pasado se vio que la respuesta emocional, tanto normal como patológica, no puede ser explicada sólo desde esta perspectiva (Brewin, 1988).
Artículo completo en: http://ow.ly/x6TeH ;
El modelo de tratamiento que estamos cuestionando no tiene en cuenta que la ansiedad está provocada por lo que pensamos, que la ansiedad se produce en gran medida de acuerdo con los procesos cognitivos que desarrollemos; por ejemplo, si nosotros ponemos la atención en el problema, aumenta la ansiedad, si interpretamos ese problema como un problema mucho mayor, como una verdadera catástrofe, se incrementa la ansiedad. Pero en el tratamiento que criticamos, cuando el individuo está haciendo exposición, si lo que le pedimos es que ponga su atención en el problema y esa persona sigue pensando que realmente le va a suceder algo terrible, ¿por qué la exposición va a parar la ansiedad justo a las dos horas y media?
Antonio Cano-Vindel‘s insight:
Para concluir, una intervención cognitivo-conductual de los problemas de ansiedad como la que estamos criticando, que consista en exponer al paciente a sus pensamientos catastróficos anticipatorios como “me va a dar un infarto” o “¿y si nos estrellamos?, etc., para conseguir que disminuya su ansiedad por el paso del tiempo, es contrario a la evidencia científica actual. Como se ha comentado anteriormente, los estudios de la psicología cognitiva experimental nos demuestran que las reacciones de ansiedad están relacionadas directamente con la atención que prestamos a los estímulos emocionales (MacLeod & Mathews, 1988), de manera que cuando prestemos atención a estímulos emocionales se producirá más ansiedad (cuanta más atención, más ansiedad). De acuerdo con este modelo, entonces, viajar en avión pensando constantemente que el avión se va a estrellar, es la mejor forma de producir ansiedad.
Si estamos produciendo ansiedad, eso no puede ser terapéutico. Esta receta de “primero producimos ansiedad y a las dos horas y media la ansiedad se esfumará”, no se sostiene de ninguna manera. No hay evidencia científica que demuestre que una persona que esté sometida a la exposición de una situación temida, vaya a disminuir su ansiedad justamente a las dos horas y media, o a partir de un tiempo determinado (e.g., 24 horas como refleja el estudio de Michelson, Marchione, & Greenwald, 1996), no se conoce ninguna evidencia científica a favor de esta afirmación. Por el contrario, sí existe evidencia científica sobre experiencias en las cuales sometiendo a exposición a pacientes durante tiempos superiores a cuatro horas, el paciente sigue teniendo ansiedad, la ansiedad no remite, resulta desesperante y angustioso para esa persona estar teniendo más y más ansiedad. Otras veces, como se ha comentado anteriormente, la exposición puede terminar produciendo sensibilización, es decir un aumento de la ansiedad.
Mientras que si nosotros sabemos que la ansiedad depende del sesgo atencional y del sesgo interpretativo y sabemos que los individuos que tienen miedo dentro del avión están desarrollando sesgo atencional y sesgo interpretativo, entonces parece obvio que si queremos curar a esos individuos, tendremos que reducir su sesgo atencional y su sesgo interpretativo, no justo al contrario. Por lo tanto, lo que tenemos que hacer, es conseguir que esas personas en lugar de estar pensando todo el tiempo en que va a haber un accidente, pongan su atención en otras cosas y cada vez vayan teniendo más convicción de que se puede estar en el avión sin pensar que se va a caer, con un nivel de ansiedad cada vez más bajo y confiando además, en la baja tasa de accidentalidad de los aviones.
Artículo completo: http://ow.ly/x6TeH
Dongil, E. y Wood, C. (2009). El tratamiento de la fobia a volar. Boletín de la SEAS, 30, 10-24.
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