Uno de cada seis mayores de 65 años toma ansiolíticos

MADRID, 18 Jun. (EUROPA PRESS) –

 

   En los últimos años ha aumentado el consumo de psicofármacos en las personas de más de 65 años como demuestra un estudio presentado en el último congreso nacional de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC), que revela que más del 16 por ciento utiliza ansiolíticos o hipnóticos.

   Este elevado porcentaje es preocupante, según ha reconocido el coordinador del Grupo de Salud Mental de esta sociedad científica, Enric Aragonés, que considera probable que la ansiedad o el malestar emocional relacionado con problemas económicos, familiares o laborales derivados de la crisis pueda haber contribuido a que se inicien tratamientos de este tipo, a pesar de que concreta que «es un fenómeno previo».

   Además, de los datos de la investigación también se desprende que el 90,5 por ciento de los ansiolíticos/hipnóticos consumidos por las personas mayores son benzodiacepinas.

   La toma de psicofármacos está asociada, independientemente del consumo de otros fármacos no psicotrópicos, a presentar depresión establecida, ser mujer o padecer cuatro o más problemas de salud.

   El uso de estos fármacos es adecuado a corto plazo y pocas veces está justificada su toma de forma más constante, tal y como ha pasado en los últimos años.

   Pero en el caso de personas mayores su consumo suele estar supeditado a tratamientos prolongados. De hecho, ha reconocido Aragonés, los efectos adversos de estos medicamentos, como alteraciones cognitivas o efectos en la memoria, aumento del riesgo de caídas y de fracturas, son más frecuentes a edades más avanzadas, aún con ansiolíticos poco potentes y con dosis relativamente bajas, que es lo que se suele usar en estos pacientes.

   Asimismo, los ansiolíticos e hipnóticos son fármacos que pueden generar dependencia, ya que «influye la duración del tratamiento, el fármaco concreto, la dosis e incluso factores personales.

   «Es cierto que su uso continuado, más allá de varias semanas, puede generar dependencia y problemas de tolerancia. Por lo que sería importante mejorar el conocimiento sobre el uso inadecuado de estos fármacos con el fin de desarrollar estrategias de prescripción efectivas y seguras», ha afirmado este experto.

FAVORECEN LA POLIMEDICACIÓN

   Otro trabajo presentado en el congreso ha determinado que los psicofármacos contribuyen de forma significativa a la polimedicación de los mayores. En concreto, se concluye que un 41,2 por ciento de mayores de 65 años polimedicados consume estos medicamentos frente al 11,1% que no presenta esta condición. Es decir, el consumo de tranqulizantes está asociado con una probabilidad casi 4 veces mayor de sufrir polimedicación.

   «A partir de determinadas edades es frecuente tener varias patologías, muchas veces de carácter crónico, lo que motiva que muchos pacientes consuman al día más de 5 fármacos distintos», ha comentado este experto.

   Las guías terapéuticas recomiendan que en la mayor parte de las indicaciones, incluyendo los trastornos de ansiedad o el insomnio, el tratamiento con ansiolíticos o hipnóticos no debería prolongarse más allá de 3 o 4 semanas. Sin embargo, como advierte el doctor Aragonés, «esto contrasta con la utilización crónica de estos fármacos en muchos casos.

   Y, a veces, su consumo prolongado es el reflejo de la dependencia generada ya que «el ansiolítico ya no se toma por su eficacia clínica, sino para evitar síntomas de abstinencia».

   En este contexto, el doctor Aragonés insiste en que los propios profesionales deben ser conscientes de los riesgos de este tipo de fármacos y de su limitada eficacia a largo plazo. «Tenemos que ser cuidadosos en su prescripción, valorando sus indicaciones, estableciendo un seguimiento clínico escrupuloso y limitando su duración. Es nuestra responsabilidad no iniciar nuevos tratamientos que puedan cronificarse sin un control adecuado, así como tener una actitud activa en su retirada si no hay una indicación clara», ha precisado este experto.

Source: www.infosalus.com

Según la Encuesta Nacional de Salud en España (2013), el 28,7% de la población con 65 años o más ha consumido en las dos últimas semanas medicamentos de tipo "tranquilizantes, relajantes o pastillas para dormir". La prevalencia de este consumo en las mujeres de este rango de edad alcanza el 36,6%, frente al 17,4% de los hombres. Esta alta tasa de consumo de tranquilizantes en la mujer mayor está asociada a un incremento de la probabilidad de caída con la consecuencia de rotura de cadera y una disminución de la esperanza de vida de unos 7 años.

 

España es el segundo país de la OCDE entre los países de nuestro entorno en consumo de tranquilizantes, con 51,9 DDD (dosis definidas diarias por mil habitantes y día) consumidas en 2010, cuando los expertos recomiendan no superar las 24 DDD. Pero este límite al consumo fue superado ya en 1995 y desde entonces no ha parado de aumentar. En los últimos 18 años (desde 1992 hasta 2010) el consumo se ha incrementado en un 145,6%, con una media interanual del 8%.

 

 

 

 

 

Dietas – Adelgazar – Así se quita el ansia por comer

Te has preguntado por qué te sientes mal cuando comes mucho y, sin embargo, vuelves a caer en la tentación

 

No son pocas las series de televisión que muestran desde a un grupo de adolescentes a mujeres ya maduritas intentando resolver algún problema sentadas frente a una gran tarta de chocolate o un suculento helado. Esta escena en cuestión da a entender que ingiriendo estos dulces se logra alejar la amargura del tema que tanto preocupa o, al menos, si no se soluciona, la comida aporta ese momento placentero que compensa la angustia del problema.

Cuando esta fórmula —intentar apaciguar un contratiempo con la comida— se repite en el tiempo, es cuando aparece el verdadero problema. La persona come, y cada vez de manera más compulsiva, no porque tenga hambre, sino por aliviar sus emociones. Tras ello, entra un sentimiento de culpabilidad y vergüenza por sentir que no se es capaz de controlarse y, sobre todo, porque lo que se ingiere no suelen ser alimentos bajos en calorías, más bien todo lo contrario: chocolate, bollos, natillas, helados, chuches… La báscula y el espejo se convierten en sus peores enemigos porque no esconden los excesos cometidos.

Este comportamiento afecta no solo al estado físico o psicológico de la persona, también a sus relaciones sociales (querrá salir menos), a su familia (mal humor, apatía, tristeza), su trabajo (falta de concentración…).

Más mujeres que hombres

Según los especialistas en el tratamiento de la ansiedad por comer, este mal afecta más a mujeres que a hombres. Las mujeres sienten cada vez más presión por ser perfectas y mucho más cuando son madres de familia y deben ocuparse de su trabajo, la casa, los niños, el resto de la familia… tareas nada fáciles de compatibilizar. «El día tiene 24 horas y hay que aprender que muchas tareas de las que realizan no son totalmente imprescindibles, y menos para la supervivencia de uno mismo y de los demás. Hay que saber ser realistas y planificar hasta dónde podemos llegar», apunta Antonio Cano, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS).

Source: www.abc.es

Aunque en menor medida, en los hombre también se produce este deseo de asalto a la nevera, sobre todo después de una jornada estresante de trabajo o de problemas familiares, aunque las causas pueden ser muy diversas.

El estrés excesivo cambia el comportamiento hacia acciones menos saludables porque al tener menos tiempo no descansamos, no realizamos ejercicio físico, ni siquiera se encuentra un rato para ir al médico cuando nos sentimos mal, lo que lleva a desarrollar adicciones al tabaco, al alcohol, al juego o a la comida, entre otras posibilidades.

«La comida se convierte en un ansiolótico —apunta Cristina Wood, psicóloga especialista en ansiedad y estrés del Centro de Tratamiento de la Ansiedad y el Estrés, CETAES—. El problema es que cuando el tema les desborda y engordan y se percatan aún más de su problema, estas personas acuden al médico de cabecera quien les manda al endocrino, pero no se trabaja sobre sus emociones y pensamientos. Acudir a la comida para sentirse mejor es un comportamiento aprendido y, del mismo modo, se puede desaprender».

¿Se puede evitar comer de forma complusiva?

«Sí, —asegura con rotundidad el presidente de SEAS—. Es un problema que se puede solucionar. No es un proceso difícil. Eso sí, requiere el compromiso de acudir a un especialista en Psicología, seguir sus indicaciones y realizar las tareas que mande para hacer en casa. El papel activo de la persona que come por ansiedad es la clave».

Según Cristina Wood, para ayudar a estas personas, los especialistas siguen una serie de pautas:

—En primer lugar, deben identificar las emociones y lograr que los pacientes expresen lo que uno siente para conocer su punto de partida.

—Después hay que comprender esas emociones (saber porqué uno está triste, nervioso, agobiado…). De esta forma, se puede proceder con mayor facilidad a saber gestionarlas y actuar sobre ellas. «Existen técnicas cognitivo-conductual que comienzan por ofrecer al paciente educación —añade el presidente de SEAS—. El paciente debe tener en todo momento un papel activo. No basta con tomar pastillas porque las pastillas no ayudan por sí solas a cambiar los hábitos de conducta y, al dejarlas, el problema podrá volver. Lo importante es atajar el problema desde su inicio y analizar las causas que llevan a una persona a actuar así».

—Para ello, el especialista le ofrece las herramientas que debe manejar para reparar la situación y normalizar su vida. Es la fase de resolución de problemas, autocontrol, manejar la insatisfacción corporal, manejar la vergüenza.

«No hay que olvidar —explica Cristina Wood— que las personas que sufren por la comida, se enfrentan, al menos, tres veces cada día a su problema: cuando se sientan a una mesa en el desayuno, comida y cena. Su martirio puede ser constante. Lo importante es que sus metas sean las de aproximación al problema y saber cómo evitarlo. De esta forma sentirán alivio, ganarán confianza, cambiarán la forma de verse, darán a su cuerpo lo que necesita, comenzarán a adelgazar y a quererse a ellos mismos. Su alegría y satisfacción crecerán».

Esta psicóloga de Cetaes apunta que cada paciente tiene su punto de partida, pero «en tres meses, una hora a la semana, de trabajo conjunto una persona puede sentirse infinitamente mejor».

Decálogo de recomendaciones

1. En la obesidad intervienen factores genéticos, metabólicos, psicológicos y sociales. No es solo una cuestión de voluntad. No te juzgues por ello, toma conciencia de tu problema y afróntalo.

2. Sigue el plan nutricional recomendado por tu médico. Las dietas restrictivas continuadas tienen efecto rebote. Plantéate objetivos exigentes en poco tiempo no es eficaz.

3. Muévete. Realiza algún ejercicio físico que te agrade con regularidad y lleva una vida diaria activa.

4. Puedes aprender a regular el estrés y tus emociones, ya sean positivas o negativas. Consigue diferenciarlas de la comida. Algunas emociones como la ansiedad, la tristeza o laira, si son intensas pueden llevarte a una sobreingesta descontrolada en poco tiempo (atracones) o a comer constantemente.

5. Estar centrado o preocuparse demasiado por la comida y por tu silutea genera conflictos con tu imagen corporal y falta de confianza. Ocúpate en vez de preocuparte. genera nuevos hábitos saludables de alimentación, que puedas mantenersiempre, en lugar de seguir dietas para adelgazar que solo puedas mantener durante algún tiempo.

6. Intentar repetidamente disminuir el peso sin éxito puede hacerte pensar que no lo conseguirá y podría afectarte y sentir que no tienes control en otros ámbitos de la vida.

7. Aprende a gestionar tus objetivos. es fundamental cambiar la dieta y aprender a consolidar los cambios conseguidos. haz un seguimiento con los expertos en el tema.

8. Acepta que tu problema tiene solución, sé sincero contigo mismo en lugar de engañarte. Si resuelves tus problemas emocionales y aprendes a tener fuerza de voluntad lo conseguirás.

9. El apoyo de tu familia y amigos es importante, expresa y comparte tus dificultades y pídeles ayuda.

10. El médico, el psicólogo y el especialista en nutrición son los profesionales fundamentales para el tratamiento de la ansiedad.